NOTGELD POLÍTICO

Billete de 50 pf. de Soltau (Baja Sajonia) que alude a las cesiones territoriales
alemanas. El texto reza: "Unidad, derecho y libertad para la patria alemana"
Como hemos tenido la ocasión de comprobar más de una vez, el dinero notgeld alemán trae consigo todo un legado histórico, social y cultural de su tiempo, que proporciona un valor añadido inestimable a cualquier colección notafílica. Este dinero reproduce paisajes (rurales o urbanos), acontecimientos históricos, conflictos sociales, leyendas locales, e incluso fenómenos hoy considerados deleznables como el antisemitismo. En la entrada de hoy me voy a detener brevemente en un hecho que también aparece reflejado en el dinero local, ya que tuvo un especial impacto en la Alemania posterior a la Gran Guerra: las cesiones territoriales. 


El proceso de unificación alemana marcó un hito en la segunda mitad del siglo XIX europeo, pues determinó las relaciones internacionales y el equilibrio de poder hasta la Primera Guerra Mundial. El arquitecto de la unificación, Otto von Bismarck, se basó durante la década de 1860 en una combinación de diplomacia y empleo de la fuerza militar para construir un nuevo estado a costa de Dinamarca, Austria y Francia. Los esfuerzos del Reich tras la unificación se centraron siempre en mantener este statu quo, bajo el temor permanente a un desquite de Francia, país especialmente afectado por la política de Bismarck.

La derrota alemana de 1918 puso un punto final definitivo a este frágil equilibrio, pues los tratados de paz confirmaban el sometimiento de los perdedores a las condiciones impuestas por las potencias aliadas. Una de las condiciones más duras seguramente fue la de las cesiones territoriales a los nuevos estados surgidos de la caída de los Imperios Centrales. Esta cuestión territorial no estuvo exenta de polémica y complejidad. Los vencedores trataron de aplicar el principio invocado por el presidente norteamericano Woodrow Wilson de libre autodeterminación de los pueblos, pero las nacionalidades estaban tan mezcladas (no hay más que fijarse en el ejemplo de Austria-Hungría) que en muchos casos resultaba inviable. Fue sin duda un buen ejemplo de cómo el idealismo choca en muchos casos con la realidad.  

Anverso del billete de Broager (Schleswig) de 1 marco alusivo al
referéndum de 1920,  con las banderas de los países supervisores

Un gran problema fue sin duda que el principio de autodeterminación se aplicaba únicamente en detrimento de los países derrotados. La creación de nuevos estados que fueran una expresión más o menos exacta de las numerosas nacionalidades que poblaban el centro y este de Europa implicaba un nuevo trazado de fronteras que supondría el desmontaje del Imperio Austro-húngaro y la pérdida de territorios alemanes. En el caso de la Alemania de Weimar, a la automática pérdida de Alsacia y Lorena en el oeste frente a Francia había que añadir la cesión de territorios en el este al nuevo estado polaco, concretamente aquellos en los que los habitantes de lengua polaca alcanzasen los dos tercios de la población total: Posnania (Posen), Prusia Occidental y Alta Silesia. Esto suponía además la fragmentación del territorio alemán, ya que Prusia Oriental quedaba separada del resto del país por el célebre corredor de Danzig. 

Con respecto a algunas cesiones territoriales, como Alsacia y Lorena a Francia o la Posnania y Prusia Occidental a Polonia, Alemania no tuvo más remedio que aceptar. Alsacia y Lorena eran irrenunciables para los franceses, y los territorios cedidos a Polonia eran esenciales para que este nuevo estado fuera económicamente viable y tuviera una salida al mar. No obstante, el Tratado de Versalles contemplaba algunos casos en los que era posible dar a los gobernados la última palabra a través de un referéndum. Así, a lo largo de 1920 se celebraron los siguientes plebiscitos bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones:
  • Schleswig-Holstein (Febrero-Marzo de 1920): se trataba de dirimir si esta región septentrional permanecía en Alemania o si volvía a Dinamarca. Se optó por un referéndum partido, pues la zona norte, de mayoría danesa, celebró uno y la zona central, más alemana, otro (la zona sur era claramente pro-alemana). El resultado fue el previsible: la zona norte optó por reincorporarse a Dinamarca y la central por permanecer en Alemania.
  • Prusia Oriental: en Julio de 1920 se celebraron referéndums en Allenstein y Marienwerder en los que la población manifestó su expreso de deseo de permanecer en Alemania en detrimento de Polonia. 
  • Alta Silesia: fue el caso más conflictivo. Esta región en disputa, rica en recursos minerales, se encontraba muy dividida, algo que se reflejó en su plebiscito de Marzo de 1921: un 60 % optó por Alemania frente a un 40 % que lo hizo por Polonia. Los enfrentamientos entre milicias de uno y otro lado no se hicieron esperar, y finalmente la Sociedad de Naciones optó por una partición del territorio entre los dos países, dejando la zona occidental en manos alemanas y la oriental en Polonia. 
Reverso del billete de 1 marco de Broager

Rebuscando en mi modesta colección de notgeld he podido encontrar alusiones a estas cuestiones territoriales. Especialmente interesante me parece el caso del billete de un marco de la localidad de Broager (Broacker en alemán) que hace alusión al referéndum de Schleswig-Hosltein. Esto es así porque, a pesar de tratarse de dinero alemán, incluye propaganda pro-danesa. El texto del reverso hace referencia a la reunificación con Dinamarca (Ved Genforeningen Med Danmark), algo que terminaría cumpliéndose, pues Broager se encuentra en la zona norte de Schleswig (Slesvig en danés). 

El caso de Schleswig-Holstein sería una de las pocas soluciones duraderas en el tiempo, ya que el resultado de otros plebiscitos sería a la larga irrelevante. Las fronteras de Europa del este cambiarían de nuevo 25 años después tras la II Guerra Mundial, esta vez sin tener demasiado en cuenta la opinión de la población. 

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Renouvin, P. Historia de las Relaciones Internacionales, AKAL (2ª Edición), Madrid 1990


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