REACUÑACIONES BIZANTINAS

No es la primera vez (e imagino no será tampoco la última)  que comparto curiosidades de la numismática bizantina en este blog. Como ya he comentado en otras ocasiones, el estudio y coleccionismo de las monedas del estado sucesor de la Antigua Roma en el este ha experimentado un auge en los últimos años, confirmándose como un referente de un periodo histórico singular que marca la transición entre la Edad Antigua y la Edad Media en Europa. Un periodo, recordemos, en el que la emisión de moneda sufre una profunda crisis en occidente y no volvería a cobrar cierta relevancia hasta la época de Carlomagno. Recientemente, examinando un follis de cobre de la época de Heraclio (que ocupó el trono de Constantinopla entre los años 610 y 641) comprobé que tenía elementos que no había visto en otras monedas contemporáneas. Tras una pequeña investigación, comprobé que se trataba de una reacuñación, algo por otra parte muy habitual en  el circulante de cobre de esa época. La pregunta que surge entonces es ¿por qué se extendió esta práctica?

El Imperio Romano de oriente bajo Justiniano. En muchos
sentidos, un gigante con pies de barro (fuente: wikipedia)


Prácticas como el resellado y reacuñación suelen darse en momentos de crisis e inestabilidad financiera. El caso bizantino guarda en este sentido inevitables paralelismos con la experiencia española que tuvo lugar 1000 años después (ver entrada Resellos de los Austrias). El legado de Justiniano, emperador durante casi cuatro décadas entre 527 y 565, fue el de un imperio engrandecido pero escasamente preparado para gestionar sus avances a medio-largo plazo. La expansión territorial hacia el oeste puso la práctica totalidad del Mediterráneo bajo el dominio de Constantinopla, así como la península itálica y el norte de África (y una pequeña parte de la península ibérica, no lo olvidemos) pero no fue posible asegurar la paz en las extensas fronteras del imperio. Los persas constituían una constante amenaza en el este, mientras que en los Balcanes irrumpían con fuerza tribus eslavas procedentes de la estepa euroasíática. Además, la epidemia de peste bubónica de la década de 540 mermó significativamente la población, lo que necesariamente afectó a las arcas imperiales. 

Anverso de follis de Heraclio reacuñado. Arriba a la derecha
pueden apreciarse (invertidas) las letras NIK, correspondientes
 a la marca de ceca de Nicomedia de un reverso anterior
Así pues, los sucesores de Justiniano heredaron un territorio más extenso pero estructuralmente débil. Durante la segunda mitad del siglo VI los enfrentamientos con los persas en las fronteras orientales y con los ávaros en los Balcanes se acentuaron mientras que otro pueblo bárbaro, el lombardo, se hacía con el control del norte de Italia. En el interior surgieron los problemas derivados de latentes divisiones religiosas y políticas (los famosos enfrentamientos entre las facciones azul y verde del hipódromo), con episodios cada vez más frecuentes de violencia urbana. En este contexto de intervencionismo exterior e inestabilidad política las finanzas imperiales no consiguieron estabilizarse, lo que no tardaría en afectar a un ejército cada vez más activo y peor pagado. En el 602 una sublevación militar depuso al emperador Mauricio y llevó al poder a Focas, incapaz de frenar las tensiones internas y de hacer frente a los enemigos externos, especialmente los persas, que comenzaron a adentrarse peligrosamente en territorio bizantino. Otra rebelión militar en 610 elevó al trono imperial a Heraclio, hijo del exarca de Cartago, que se vería obligado en poco tiempo a hacer frente a una situación insostenible. En el 615, con los persas penetrando en la península de Anatolia y ocupando de forma efectiva Siria y Palestina y los bárbaros presionando en las fronteras norte y el oeste, el antiguo Imperio Romano de oriente parecía abocado al colapso. 

No es difícil deducir que este contexto de inestabilidad política, concentración de recursos en el ejército y escasez de circulante era propicio para la reutilización de moneda. La fabricación de moneda era en la Antigüedad un proceso artesanal que requería de una serie de elementos imprescindibles: aprovisionamiento de metal, obtención de cospeles (es decir, los discos o trozos de metal de un peso y ley determinados para su posterior acuñación) mediante la fundición del metal o metales y acuñación mediante golpes de martillo en los talleres autorizados. En momentos de crisis e inestabilidad como el descrito más arriba se movilizaban y maximizaban todos los recursos disponibles, especialmente si la supervivencia del propio estado estaba en juego. Y si producir nuevo circulante resultaba complicado, se recurría a las monedas existentes mediante las técnicas de resellado o, como en el caso de hoy, reacuñación. 

Durante el convulso reinado de Heraclio estas técnicas fueron recurrentes, especialmente durante la década de 630. La moneda de las imágenes es un follis de cobre en el que aparecen en el anverso Heraclio acompañado por su hijo Heraclio Constantino coronados y sosteniendo cruces rodeados de la leyenda (un tanto difusa) DD NN HERACLIVS ET HERA CONST PP A. El reverso, por su parte, muestra el numeral M (40 nummi, es decir, un follis) con la marca de ceca CON (Constantinopla) y oficina gamma (letra griega Γ) y el año de reinado 4 (ANNO IIII), es decir, el 614. En ambas caras, sin embargo, pueden encontrarse vestigios de la moneda original. 
Reverso del follis de Heraclio, con el año de reinado (4) y
la marca de ceca CON (Constantinopla). Debajo de ella se
distinguen letras de la leyenda de un anverso anterior. 

Así, en el anverso puede apreciarse sobre la cabeza de Heraclio Constantino la marca de la ceca de Nicomedia: NIKO, lo cual indica que el nuevo anverso fue reacuñado sobre el antiguo reverso y viceversa. En el nuevo reverso, por su parte, pueden apreciarse debajo de la marca CON algunas letras correspondientes a la leyenda del emperador de la moneda original, seguramente Mauricio Tiberio o Focas. 

Pese a las dificultades, Heraclio consiguió doblegar a los persas en los años siguientes. Por un lado, utilizó parte de los recursos disponibles en comprar la paz con los ávaros y forjar alianzas con los reinos cristianos de Transcaucasia, estratégicamente situados al norte del Imperio Sasánida. Por otro, optó por la más audaz táctica militar: en lugar de confrontar al enemigo en Anatolia, penetró en su territorio por el norte a partir del año 624 junto con sus aliados del Cáucaso causando un grado de destrucción que los persas no esperaban. Cuando estos trataron de avanzar hacia Constantinopla con el apoyo de los ávaros en el oeste, Heraclio decidió detener el avance persa en Anatolia y dejar la defensa de la capital en manos de su Patriarca. El ataque combinado persa-ávaro fracasó y en 627 el Imperio Sasánida fue derrotado, consiguiendo Heraclio restaurar para Bizancio los territorios perdidos en los años anteriores. 

Una recuperación que resultó efímera, pues pocos años después Heraclio tuvo que contemplar muy a su pesar el ascenso de una fuerza que en poco tiempo deslumbraría al mundo y afectaría irremediablemente al equilibrio de fuerzas en el Mediterráneo: los árabes.  


The Oxford History of Byzantium, Ed. by Cyril Mango, Oxford University Press 2002

Angold, M. Byzantium. The Bridge from Antiquity to the Middle Ages. Phoenix Press, London 2002

Byzantine Coins and Their Values, by David R. Sear, second edition, revised and enlarged, Spink 2006

https://www.tesorillo.com/articulos/biz/marcas.htm

Gozalbes, M y Ripollés, P.P. La Fabricación de Moneda en la Antigüedad, S.I.P. Universitat de València (http://www.denarios.org/anexes/ripolles/LAFABRICACI%C3%93N.pdf)

Comentarios

  1. Muy interesante el tema de las reacuñaciones,un saludo José ramón

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    1. Siempre es un placer descubrir cosas nuevas y compartirlas en este blog. Muchas gracias Adolfo, un cordial saludo

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  2. No conocía este dato que, por otro lado, no deja de ser comprensible. Un placer leerte!

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